Los efectos del Covid-19 En Los Menores De Edad
Los efectos del Covid-19 En Los Menores De Edad
Las pandemias han existido siempre a lo largo de la historia, pero la Covid-19 ha permitido su estudio en directo y la observación de los efectos que tiene en los más pequeños. Observo con preocupación que esos efectos son muchos y no muy diferentes de los de los adultos. Pero con una clara diferencia: los menores están en plena formación y desarrollo. Ellos son nuestro futuro.
Y digo preocupada porque la Covid en los menores no impacta sólo en su salud física y mental, sino también en su maduración social, cognitiva e intelectual. El virus afecta al conjunto del desarrollo de los menores, con consecuencias imprevisibles en su futuro.
En particular, los efectos del virus en la salud mental de los menores se han incrementado notablemente. Y con ellos la necesidad de ampliación de las alas psiquiátricas de los hospitales. El número de suicidios también se ha incrementado exponencialmente en los niños. Entre los efectos más benignos está el hecho de que las terapias psicológicas para los niños sean ya una realidad ordinaria (una realidad que antaño era excepcional).
El fácil acceso a través de internet y las redes sociales a la continua y divergente información sobre la Covid, sus orígenes, su incierto desarrollo y sus consecuencias futuras, así como la globalización del temor a la pandemia, han provocado reacciones inéditas en mayores y menores. Reacciones nunca antes estudiadas, lo que ha supuesto un nuevo reto para los padres y para los médicos, psiquiatras y psicólogos que tratan de mitigar sus efectos.
Físicamente, la Covid-19 y la vacunación pueden tener en los más pequeños el mismo efecto que en los adultos. Cada individuo, tenga la edad que tenga, sufrirá los efectos de la Covid, o de la vacuna, de una manera particular. Hay niños que no sufren efectos y otros a quienes afecta de forma notable.
Ahora bien, incluso aunque los efectos adversos puedan ser iguales, eso no implica que las consecuencias sean también las mismas. Esas consecuencias, en un cuerpo en desarrollo como el de los menores, son imprevisibles.
Pero no olvidemos otros efectos, ahora que la educación que se desarrolla en las aulas supera el propio concepto académico para incluir la habilitación social y de desarrollo personal de los menores.
Efectivamente, ir al colegio supone no sólo el conocimiento de materias como la Lengua o las Matemáticas, sino que va mucho más allá. Supone hacer amigos y conocer el valor de la amistad; de los iguales y de los superiores; de la competencia, al interrelacionarse con los demás; supone aprender a reconocer el lenguaje verbal y no verbal; conocer los límites de los demás y saber cómo imponer los propios; conocer y reconocer las normas de conducta y ética; obedecer a la autoridad; y, en definitiva, aprender a ser un miembro de la sociedad en la que deberán integrarse en el futuro.
La interacción y la integración de los niños entre sus iguales y sus superiores desaparecen con la formación continua online. Desaparecen también los efectos en el desarrollo educativo mencionados en el párrafo anterior, con consecuencias desconocidas en los adultos del mañana.
No soy de las que piensan que todo pasado fue mejor. Demostrado queda que la humanidad ha evolucionado con aciertos y desaciertos, pero, en principio, siempre para mejor. Por eso prefiero vislumbrar un nuevo mundo adaptado a las nuevas circunstancias “porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer” (Khalil Gibran)
Ese nuevo mundo será tan desconocido para nosotros como lo son actualmente los efectos de la Covid-19 en nuestros menores.
Paloma Abad Tejerina es presidenta de la Asociación Madrileña de Abogacía de Familia e Infancia.